miércoles, 20 de junio de 2012

enMUdecieron -updated-



En una semana Dios dio forma al mundo. Creo la tierra y le forro de una especie de alfombra vegetal verde texturada, a la que llamo “pasto”. Como todavía no existía ningún tipo de jardinero, el verde césped comenzó a crecer incontrolablemente. Ante la inminente colonización del mundo de un imperio yuyal y en una astucia programática El Divino dio forma a unos animales capaces de alimentarse de tal verdura. La inteligencia deviene en que tales entes comerían aquel vegetal manteniéndolo corto,  prolijo y raya. A su vez, sus evacuaciones servirían de abono para el mismo. Así Dios se ahorraba la costosa manutención semanal de la Tierra, que según dicen le estaba saliendo fortunas. Apostó por dotarles de cuatro estómagos -en vez de uno-, no fuera cosa que se indigesten con tal verdura.  Como les vio cara de nada, les puso “vacas”, que en un dialecto mandarín antiguo significa algo así como modorra.

El mundo entró en un breve periodo de quietud. Los únicos sobresaltos eran causados por el gas metano, que echaban los consternados animales por su parte trasera. Con el paso del tiempo y una la serie de falsas epidemias de gastroenteritis pimentadas por los medios masivos de comunicación, un grupo reducido de vacas comenzó a popularizar entre las demás una especie de quejido "mu" de protesta en total rechazo a los yuyos que les habían encargado comer. Naturalmente la resistencia vacuna fue cobrando popularidad entre la masa de rumiantes, hasta que se declaro la huelga general que hoy conocemos como el “pastazo”. Bajo la consigna “–no al pasto, si a la leche!-” estalló la revolución.

dibujo de mi novia poli, manutarsila

Para atender tal desacato se vio obligado Dios a tomarse una nube, decender del Olimpo al medio mundo, e impropiar una de retos y truenos, maldiciones y manchas a aquellas vacas rebeldes. Entró al potrero donde se encontraban y en el instante mismo que abrió la tranquera, la resistencia vacuna enmudeció.

Según dicen, aquel Dios enfurecido castigó a las vacas por aquel quejido –mu- de tal manera que desde ahí y para siempre, este sería su única expresión.
Por eso cuando alguien entra al potrero donde un hato de estos rumiantes pasta, lo miran a uno. Con esa cara de retardo, impávida y vacía. Llena de pestañeos y esporádicos mastiques.

El mundo entonces, había quedado colmado de seres estúpidos. Sabiamente lo advirtió Dios. Entendió que precisaba algún ente capaz de comprender todo aquello que tanto trabajo le había llevado hacer y fue más allá.
Cansado de semejantes pruebas sin sentido y en claro ímpetu reivindicatorio, con su nuevo diseño intentó acercarse a la perfección y mirándose al espejo creo algo a su imagen. Como esto también le salió mal, hizo al hombre.

Tanto ajetreo, finalmente lo dejó rendido y con tal cansancio encima, supo que ya no podría hacer algo mejor. Acabo por refugiarse en una garita, sentado y esperando la nube azul que lo llevara otra vez y devuelta al Olimpo.

Fin.

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