domingo, 13 de diciembre de 2009

esclavos de gigantes (sin horizonte)



Tener un techo donde buscar cobijo cuando cae la noche mejora la vida. Históricamente el hombre busco refugio del clima, de los demás hombres y de a las amenazas que el mundo natural le presentaba.

Un techo propio cambia las perspectivas a futuro y modifica positivamente la calidad de vida de los individuos.


En el mundo en la década del 80 y en Latinoamérica en la década del 90, se consolidó un proceso que se venía llevando adelante desde la década del 60 y responde a las lógicas del mundo globalizado: la implementación de las políticas neoliberales por los dirigentes políticos de nuestras naciones. La descentralización del estado Nación, la desmonopolización y la flexibilización del mercado de trabajo ha conllevado a su vez, un proceso de desigualdad, marginalidad y violencia que ha dejado a millones de latinoamericanos en condiciones de indigencia o de desplazados, o de marginados sociales.


De esta manera podemos encontrar grandes falencias en el campo de la vivienda. La demanda de un techo propio por parte de la población es elevada y los recursos disponibles son distribuidos de manera dispar, generándose un déficit habitacional por varios factores, como por ejemplo, la escasez de recursos de ciertos sectores sociales. Esa tarea entonces, la de acceder a una vivienda de calidad, viene a ser cubierta por los gobiernos que, en mayor o menor medida, han ido desarrollado distintos planes “de urbanización”, que generalmente consisten en la entrega de viviendas. Sin embargo, acceder a una casa no resuelve el problema de fondo. Las políticas públicas que se han implementado, se ven empañadas entre el clientelismo político y el asistencialismo total y no terminan por componerse como una actitud multiplicadora para mejorar la vida de los pocos afortunados que son beneficiados con una vivienda “social”.

De hecho creemos que muchas de las políticas públicas instaladas, no atienden los problemas reales de las personas de bajos recursos. Este cúmulo de factores socio-económicos favorece por ejemplo que se desarrollen guetos urbanos como las villas. Intentamos des-estigmatizar el termino “villa”. Vemos estos asentamientos, como emplazamientos naturales de oportunidades. Oportunidades para aquellos que están fuera del campo de oportunidades aceptadas socialmente. Por lo tanto es valida la premisa, “en la villa se vive mejor!” Porque la gente que las habita, esta mejor allí que fuera.


Con respecto a este tipo de asentamientos, están instalados temas como la precariedad de las viviendas en este tipo de asentamientos, el hacinamiento de personas que allí existe y los conflictos que estos emplazamientos generan en su relación al resto de la ciudad. Nos gustaría no hablar de ello.


Entendemos estos asentamientos como un caldo de cultivo cultural, donde un nuevo modo de habitar se gesta a diario. Una sopa intensa, sin tasa, que se derrama por la mesa.


Las personas que la sociedad de consumo expulsa, los no consumidores, tengan o no vivienda, son y van a seguir siendo parias sociales. El conflicto se instala en que los no consumidores no son serviciales a esta sociedad -básicamente porque no consumen- y si es por eso que la sociedad los expulsa y los entiende como un problema.


Si los estados nacionales no pueden resolver estos conflictos porque se ven encarando otro tipo de funciones vinculadas al mercado y a los grandes grupos monopolios, deberán plantearse soluciones desde áreas municipales, en donde las organizaciones de la sociedad civil formen parte junto con los habitantes de los asentamientos, tendencia que se viene perfilando a partir de los resabios negativos que producen las políticas neoliberales…


Nos preguntamos si debemos proyectar vivienda para tratar de formalizar a aquellos, que un día la sociedad expulsó. Si nuestra tarea como arquitectos es brindar una vivienda para intentar “reinsertar” a estos individuos. Si nuestra tarea es proyectar un espacio para habitar para que los “parias” sociales vuelvan al “utero”, vuelvan a la sociedad institucionalizada.


Aquí se presenta una oportunidad, el déficit habitacional. La pregunta es como solventarlo.


A nuestro entender, proyectar vivienda para ellos implica incorporar su cultura, su manera de relacionarse, su manera de vivir. No tratar de imponer un modo de habitar instalado. Un modo de habitar de los países centrales, un modo que ha fracasado.

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