lunes, 22 de junio de 2009

tipa blanca

A un señor le paso por encima una topadora Caterpillar. Toneladas de presión estremecieron su cuerpo sin mayores corolarios, que una absoluta planitud.

Que chato!_ pensó_ y enseguida noto que todo era más alto , que ya no podía transitar de pie y que se encontraba en una especie de evolución al estilo Darwin, pero inversa. No era más un mono erguido, sino más bien una cosa parecida al mercurio que se arrastraba, ahora por un mundo plano.

Trató en vano de quitarse el chicle goma que se le había estampado a la camisa blanca después de aquel tropezón. Como no pudo efectivamente despojarse de aquel pegote, se entretuvo dejándose golpear por un chorro de agua que filtraba desde una canaleta de zinc rota.

Lejos de ser una cruel tortura china, el señor disfruto quedándose allí inmóvil por varios días. Fueron lapsos de un atroz contemplar todo lo que acontecía en aquella, su nueva realidad.

El agua lo golpeaba a veces muy fuerte, a veces naranja, a veces asfalto. Con el tiempo comenzó a sentir el mentolado del chicle otra vez y pensó que quizás no era agua aquello que le caía encima y que en cualquier instante despertaría de un horrible sueño.

Había ratos que no lograba distinguir sensación alguna, más allá del constante fluir del líquido. Hasta llegó a no diferenciarlo de unos niños que sin darse cuenta chapotearon sobre el.

Con el correr de las estaciones se supo un ser nuevo, una especie de reptil plano del obtuso mundo de la superficies. Luego el movimiento, su reptar y con el, el gusto a chicle que iba quedando atrás.

El señor quedo maravillado cuando comprendió que era capaz de transformarse en todo aquello que atravesaba, siempre y cuando él y la cosa ocuparan los mismos puntos del plano. Así fue montaña, por lo menos una capa de ella hasta que erosionó; solo para dejarse llevar como dos cucharadas de viento (no le daba para más). Luego fue engrudo pero le aburrió endurecer y decidió moverse.

Cuando las revistas del corazón, tomaron cuenta de su escandalosa manera de sentir, lo reclutaron como consultor adjunto y columnista estrella. Un día no volvió más a la redacción y desapareció, solo dejando sobre su escritorio una nota que notaba, “antojo de árbol, atronquizo de Tipa Blanca por Honduras y Gascon.”.

joaquin antonio lazcano

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