“No debe olvidarse que la arquitectura presenta
simultáneamente un doble aspecto, masa
externa – masa interna, y que la relación entre una y la otra es de un
interés especial para el estudio de la forma en el espacio…. Ellas pueden ser
función una de la otra y hay casos en los que la composición exterior permite
de percibir inmediatamente el arreglo de su contenido. Pero esta regla esta
lejos de ser constante, así es bien conocido el esmero que consagra la
arquitectura cisterciana a ocultar detrás de la unidad de sus masas murales, la
complejidad de su organización interior……
Pero, si se quiere reflexionar de manera adecuada:
la maravilla la más remarcable es que la arquitectura permite de concebir y
crear un revés del espacio. El
hombre actúa y se desplaza al
exterior de todo cuerpo, invariablemente afuera y, para penetrar más allá,
tiene que romperlos……..
Sea que realice moradas, iglesias o navíos, el rasgo
distintivo de la arquitectura entre todas las artes, no es tanto de albergar un vacío cómodo rodeándolo de
garantías, sino construir un mundo interior en el cual el espacio y la luz se
miden según las leyes de una geometría, de una mecánica y de una óptica que a
pesar de estar necesariamente implicadas en el orden natural, la naturaleza no
las fabrica… Es así que el arquitecto constructor envuelve no el vacío, sino
una suerte de residencia de formas,
que él modela de adentro y de afuera, como un escultor”
Henri Focillon, La vida de las formas
Paris 1934
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