Miramos desde el agua, que gradualmente se hace barro hasta convertirse en margen. Sedimento que luego se hace ciudad. La topografía y sus consecuencias unen menos que separan las distintas orillas. El relato de los acontecimientos, dice que el tren, en su búsqueda del centro opto por situarse donde el suelo era más firme. Por ello que la mancha urbana de buenos aires, en la zona a intervenir, creció con dos ejes paralelos al riachuelo, alejados lo suficiente del rio como para salvaguardarse de la inundación. Sus estaciones funcionaron como focos, desde donde se expandió ciudad.
En la actualidad, más cerca del centro, las orillas están consolidadas con tejido urbano que no tienen una vocación a brindarse a las aguas del riachuelo, sino más bien, le rechazan. Quizás por su característico hedor (50% del caudal del riachuelo es de aguas servidas), quizás porque nunca hubo voluntad de que esto fuera distinto. A medida que uno se aleja del centro, comienzan a aparecer espacios vacantes de tejido y llenos de verde. Estos espacios de la cuenca media y alta, son áreas de oportunidad. Áreas vacías de urbanidad que el hombre ha ido dejando de lado, llenas de lo natural del paisaje. Pero para poder intervenirlas hay que plantear un nuevo paradigma de acción que tenga en cuenta las cuestiones inundables y de variabilidad del nivel del agua de este suelo.
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